jueves, 22 de octubre de 2009

Sin temor a Dios

Como bien dicen "después de la tempestad viene la calma", y si usted amable lector se preguntaba cómo está esta persona, después de haber leído esa entrada tan deprimente, le puedo decir que mucho, pero mucho mejor.
No sé cómo ni por qué, pero un día sin más ni más llegó la tranquilidad a mi vida. Me dije "no hay que azotarse, todavía falta mucho por recorrer y uno no puede seguir así en la angustia total todos los días, no", mi mentalidad cambió, no sé que la hizo cambiar, pero sucedió (bendito sea el Dios, porque yo ya no veía la hora). Ahora sólo me preocuparé por lo que sucede en el momento y no por aquello que sucederá (porque ni siquiera sabemos si pasará).
Una de mis lectoras (segura es la única) me dijo que ya no escribiera de mis asuntos personales, quise darle el gusto con la entrada anterior, pero la verdad me gusta escribir más de mi persona. A lo mejor son cosas que no le interesa a nadie, pero a mi me resulta liberador, es por eso que le digo a mi querida lectora que lo intente a lo mejor escribir aquí le ayuda más que mi sabio consejo.
Es precisamente porque no temo a Dios porque me importa poco que las personas se enteren de mi vida y también el hecho de que creo que nadie lo lee.
Otro de mis lectores (miren parece que si tengo varios) me dijo que la entrada de Una nueva vida tenía al final una luz de esperanza, pues es así después de tanta depresión las cosas se acomodaron y ahora veo más cosas positivas en mi vida en general, eso sí con poco tiempo para mi persona, pero disfrutando todo lo que hago.

Mi vida es poco interesante para los lectores (buuuuu)

Esta entrada no habla de mi interesante vida (buuuu), debido a que cierta persona cree que al lector le importa poco mi vida (buuuuu) y porque no tengo temor a Dios (de hecho no lo tengo). Este es un trabajo que hice algunos ayeres.

Lönnrot y Treviranus

En el cuento de Borges “La muerte y la brújula” se encuentran dos figuras contrastantes: Lönnrot y Treviranus. Quienes dan dos caminos de los cuales se puede partir para resolver los asesinatos, es decir, Lönnrot y Treviranus representan las dos vías del laberinto que teje Scharlach.

Desde un inicio del cuento se marca la diferencia que existe entre Lönnrot y Treviranus, el primero buscando explicaciones en su lógica como detective e investigador, el segundo con una visión más simple y trasparente del homicidio: “Usted replicará que la realidad no tiene la menor obligación de ser interesante. Yo le replicaré que la realidad puede prescindir de esa obligación, pero no las hipótesis. En la que usted ha improvisado, interviene copiosamente el azar.”[1] Lönnrot trata de buscar en el asesinato algo más allá de lo que simplemente se ve, en cambio Treviranus arma el caso en base a lo que hay en los hechos.

Estos dos personas representan dos senderos, por un lado la parte más racional, Treviranus, y por otro lado la más complicada hipótesis, Lönnrot. Pero estos das vías conducen al final al mismo punto: la muerte.

Lönnrot trata de ver más allá de lo simples: “He aquí un rabino muerto; yo preferiría una explicación puramente rabínica, no los imaginarios percances de un imaginario ladrón.”[2] La explicación que da él para el asesina es más allá de lo que ve, no se queda en la superficie de lo hechos, lo mismo sucede en el cuento lo importante no son los asesinatos, pues conocemos desde un inicio como terminará el cuento, sino como se desarrolla éste, cómo se teje el laberinto y cómo es que llega Lönnrot a descifrarlo.

Por el contrario Treviranus ve en los asesinos sólo los hechos que muestran no más allá de ellos: “-No me interesan las explicaciones rabínicas; me interesa la captura del hombre que apuñaló a este desconocido.”[3] Treviranus no se equivoca en decir que se trata de un simple asesinato y que Yarmolisnky sólo se encontraba en el lugar y en el momento equivocado. Para él el asesinato de Yarmolisnky no es más allá de algo común y no de un asunto serial como después creerá Lönnrot.

Para Lönnrot es mucho más importante lo que se ve más allá de la superficie, es decir, no sólo quedarse en lo que le dan los hechos: “Bruscamente bibliófilo o hebraísta, ordenó que le hicieran un paquete con los libros del muerto y los llevó a su departamento. Indiferente a la investigación policial, se dedicó a estudiarlos.”[4] Lo mismo sucede en el desarrollo del cuento, pues parece que éste es muy claro y trasparente pero realmente lo que pasa es que el laberinto que teje Schorlach hace opaco los hechos que ocurren en los asesinatos.

Conforme suceden los otros dos asesinatos Lönnrot se adentra más y más en las lecturas de Yarmolinsky y se pierde más y más en ellos, lo que lo lleva a errar en el camino, y es precisamente esto lo que lo llevará a la muerte.

Treviranos en los asesinatos trata de hacer ver a Lönnrot que posiblemente no sea como él lo ve: “- ¿Y si la historia de esta noche fuera un simulacro?”[5] Lönnrot piensa que no es así, porque la solución de estos hechos no puede ser simple y trasparente como lo propone Treviranos.

Cada vez que Treviranos propone una solución simple y trasparente para resolver los asesinatos Lönnrot cree que se debe ir más allá de ellos: “Erik Lönnrot sonrió y leyó con toda gravedad un pasaje (que estaba subrayado) de la disertación trigésima tercera del Philologus: Dies Judacorum incipit a solis occasu usque ad solis occusum diei sequentis. Esto quiere decir –agregó-. El día hebreo empieza al anochecer y dura hasta el siguiente anochecer.[6] Lönnrot se niega a pensar que la solución de los asesinatos tiene que ver con meras coincidencias, es por eso que mediante su lógica él lleva a un extremo la investigación de los hechos, pues está seguro que deben ser relacionados con algo más allá de lo que se ve a simple vista.

Cuando Treviranus recibe el mapa, él piensa que el asesino se ha detenido, pues se trata de un tiple asesinato así que “los sacrificios” han terminado: “-Entonces ¿no planean un cuarto crimen?”[7] Pues para él lo que ve en el mapa es que los asesinatos han sido tres. Traveranus que sólo ve en la superficie de estos hechos entiende que se han terminado, pero por el contrario en la lógica y en la investigación que ha llevado a cabo Lönnrot es que habrá un cuarto crimen.

La lectura que realiza Lönnrot de los crímenes es llevada al extremo, pues no se queda en lo que dicen: “Gracias por ese triángulo equilátero que usted anoche me mandó. Me ha permitido resolver el problema. Mañana viernes los criminales estarán en la cárcel; podemos estar muy tranquilos.”[8] Es gracias a el extremo al cual ha llevado su lectura que “resolverá” los asesinatos.

La investigación que lleva a cabo Lönnrot para resolver los asesinatos es larga y extenuante: “ Quería pasear, quería descansar de tres meses de sedentaria investigación. Reflexionó que la explicación de los crímenes estaba en un triángulo anónimo y en una polvorienta palabra griega. El misterio casi le pareció cristalino; se abochornó de haberle dedicado cien días.”[9] El buscar más allá de la superficie ha llevado a la oscuridad de los hechos, pues ha llevado a tal extremo Lönnrot su lectura que ha sobre interpretado los hechos que se han desprendido de los asesinatos.

Al igual que estos dos personajes el cuento puede ser tan simple como lo es Treviranus en sus deducciones de los hechos o tan complejo como lo hace ver Lönnrot. Por una parte el lector puede quedarse con la superficie que nos da el cuento, pues finalmente éste desde un principio cuenta la historia sin mayor complejidad, pero por otra parte el lector puede buscar más allá de esa superficie y ver que existe algo más que la historia de un detective muerto, es decir, llevar a un extremo la lectura como lo hace Lönnrot.



[1] Jorge Luis Borges, “La muerte y la brújula” en Ficciones, Planeta-Agostin, Barcelona, 1985, p. 149.

[2] Idem.

[3] Idem.

[4] Ibidem, p. 150.

[5] Ibidem, p. 154.

[6] Idem.

[7] Ibidem, p. 156.

[8] Idem.

[9] Idem.